Como director técnico
Como no podía ser de otra forma, el club que primero requirió sus servicios fue River, pero no para dirigir sus planteles sino para ser el “espía” del técnico Néstor Rossi: tenía que ver al rival inmediato de los millonarios y pormenorizar en sus fortalezas y debilidades. Angelito no se tomó muy en serio la cuestión y los informes los elaboraba el lunes leyendo los comentarios de los diarios, porque los domingos él prefería ir al hipódromo ...
Intentó varias actividades comerciales y una de ellas fue la de concesionario de la confitería del club Defensores de Belgrano. En 1966, cuando estaba dedicado a eso, los dirigentes de esa institución le ofrecieron la dirección técnica del equipo, que jugaba en el ascenso y venía bastante mal. Angelito tomó al equipo último y terminó el torneo en quinto lugar, y al año siguiente fue campeón de la B, pero con una particularidad: en forma simultánea condujo técnicamente a Platense, que jugaba en Primera División y llegó a las semifinales con el Estudiantes de
Osvaldo Zubeldía, que luego sería campeón de América e intercontinental. Allí se puso en marcha una exitosa carrera como técnico. River lo volvió a llamar en el 68 e hizo excelentes campañas pero el título no se daba, por lo que tuvo que emigrar.
En
1969 sufrió una de las peores amarguras que un ser humano pueda padecer: la muerte de su hijo Ángel Daniel, que a esas alturas aparecía como un serio continuador de su trayectoria en la Primera de River.
Recaló en
Rosario Central en julio de 1971, en donde tomó al equipo con el
Torneo Metropolitano de aquel año ya empezado. Si bien el equipo estaba medianamente armado y mantenía una estructura sólida, para el siguiente campeonato Labruna metió mano: plantó un equipo más ofensivo, adelantando a Aldo Poy como delantero de punta, e hizo debutar en Primera División a
Carlos Aimar, un volante central batallador, fuerte y que mostraba muy buenas condiciones. Las modificaciones tácticas dieron sus frutos, y así Labruna ganó con el club de Arroyito su primer título como director técnico en
Primera División, consiguiendo el
Campeonato Nacional de 1971. Aquel equipo, derrotó 1:0 a su
clásico rival (
Newell's Old Boys), en la semifinal con el recordado gol de
"palomita" de Aldo Pedro Poy, para luego vencer a
San Lorenzo 2:1 en la final del campeonato, disputada el 22 de diciembre en
cancha de Newell´s.
En
1975 lo volvieron a llamar de “su casa”. Y esta vez sí, se dio el gran gusto: cortó la racha negativa de 18 años sin títulos, y consagró a River campeón de los Torneos Metropolitano y Nacional de ese año. Ya lanzado al éxito, logró otros cuatro títulos con
los millonarios, hasta que en
1981 decidió irse, rechazando la propuesta de ser manager de fútbol de la institución, que ese año contrató a
Alfredo Di Stéfano como DT.
Se fue a
Talleres de Córdoba y armó un equipo que siempre fue protagonista. En 1983 se hizo cargo de la dirección técnica de Argentinos Juniors y allí lo sorprendió la muerte.
Fallecimiento
Cumplía gran campaña como DT de
Argentinos Juniors. Falleció el
19 de septiembre de
1983, mientras se encontraba en la habitación de un sanatorio, donde había sido sometido a una intervención quirúrgica por un problema en la vesícula, de la que se estaba recuperando satisfactoriamente. Sin embargo, cuando se preparaba para caminar junto a
Ubaldo Matildo Fillol, que había ido a visitarlo, murió a consecuencia de un paro cardiaco y cayó en brazos del arquero a los 64 años de edad.
[1] Los restos fueron inhumados a las 16 horas del día 20 de septiembre en el
Cementerio de Chacarita.
Honores en un poema
En 1984, el compositor, poeta y filósofo Rodolfo Garavagno, publica en la Revista Millonarios, un poema dedicado a Labruna. Lo había escrito a los pocos días de su muerte. Lo paradójico, es que Garavagno es confeso hincha de Boca Juniors, e inclusive confiesa esta verdad en uno de los versos de la poesía. Su publicación tuvo un enorme éxito y promovió el lema "Rivales siempre, enemigos Nunca", que inició una suerte de convivencia amistosa y pacífica entre hinchas de River y Boca, a punto tal que hoy, a más de 30 años de ese acontecimiento, existen programas de radio y televisión como El Show del Superclásico, en el cual Lito Costa Febre, que es riverplatense, y Roberto Leto, conocido comentarista boquense, trabajan juntos. Muchos opinan que fue Garavagno el principal promotor de esta manera de convivir entre hinchas rivales. "El día que un grupo de gente de River colocó una placa recordatoria en la fatídica Puerta 12, comprendí que mi prédica dejó un buen mensaje de paz. El poema "Un Picado en El Cielo", que tiene su cuadro en el Estadio Monumental, me abrió las puertas del Club Atlético River Plate. A tal punto que yo puedo ir tranquilamente al Palco Oficial de River a disfrutar de un Superclásico", dijo Rodolfo Garavagno en un programa de televisión no hace mucho tiempo. Texto del poema:
UN PICADO EN EL CIELO
En una cancha improvisada entre las nubes
con tribunas habitadas por estrellas
NUESTRO SEÑOR invitó a jugar al fútbol
a los que fueron famosos en la tierra.
“Quien elige?” preguntó la muchachada
y designaron a Mauriño y a Moreno
para que armaran dos buenos rejuntados
con estilo y alma de potrero.
Eliseo fue buscando a los de Boca
mientras el Charro a los de River elegía.
River-Boca, Boca-River ¡en el cielo!
¡El clásico mayor de la Argentina!
Los xeneizes ya estaban preparados,
pero el Charro, preocupado, daba vueltas
buscando un crack definidor y habilidoso
para poder completar el ala izquierda.
Cuando nadie parecía conformarle
una barra de cometas en la luna,
entonando un estribillo de tablones
le cantaron: “Ese puesto es de Labruna”.
“Es verdad!” exclamó el Charro entusiasmado
“con el Feo esto sería una milonga…
Traigamelo, SEÑOR, nos hace falta
¡total el mundo ya tiene a Maradona!”.
EL SEÑOR que todo sabe y todo puede
envió a un ángel a la tierra con urgencia,
y Labruna que charlaba con “El Pato”
escuchó el llamado en su conciencia.
“Un picado en el cielo..contra Boca?…
¡Por supuesto, claro que lo juego! “
Y así fue que se marchó detrás del angel
nada más que por ganarle a los bosteros!
Angelito querido ¡te saludo!
aunque soy y seré siempre hincha de Boca,
porque te veo colgado de una nube
pintarrajeando una oblícua banda roja.
Rodolfo Garavagno